La casa, fue la que cobijó durante algún tiempo a Gustavo Martínez Zuviría, más conocido como Hugo Wast
SAN JOSÉ: El Misterio de la campera de Jean.
Quizás los muertos no vuelvan de la tumba, quizás esta historia que se repite a lo largo del país sea sólo fruto del imaginario popular
PunillaRedacción Enamorate de CórdobaQuienes me conocen saben que desde hace varios años recopilo historias de misterios, de mitos urbanos de esos que los abuelos les cuentan a sus nietos; y en esa tarea de recopilación me topé en más de una oportunidad con la historia de la campera de Jean, o simplemente de un abrigo.
En mi ciudad de General Cabrera, capital industrial de la región del maní, se dice que un trabajador oriundo de la hermana Provincia de Tucumán que estaba trabajando aquí le sucedió una historia similar a la que voy a contar; también recuerdo que durante mi escuela secundaria se contaba una crónica similar que había acontecido en la Ciudad de Río Cuarto en un recinto bailable llamado “Marrakech” allá por los años 80 y una historiadora cordobesa citó la misma historia en la localidad de Pampayasta Norte.
Quizás por la cantidad de veces que esta narración se repite la gente la va mutando y haciéndola propia o será que siempre hay un “fantasma” o alma en pena que se mueve entre nosotros sin darnos cuenta.
Recorriendo las sierras de Córdoba me llegó una nueva versión, aunque similar a las anteriores, de la famosa “Historia de la campera” que les voy a compartir.
Hace poco tiempo, apenas se reabrió la posibilidad de realizar turismo un joven de una localidad cercana a la Ciudad de Buenos Aires había arribado sólo en su moderna motocicleta a la Ciudad de Cosquín, el encierro de la pandemia del COVID le había multiplicado por mil las ganas de salir a sentir el viento en el cuerpo por las rutas de Argentina; como no encontró amigos que lo acompañaran emprendió en soledad su periplo que lo depositó en las sierras cordobesas.
Los días en dicho lugar los llenaba de largos recorridos en moto por las sierras que alternaba con caminatas cuando encontraba un lugar adecuado para dicha actividad; la pérdida de un amigo durante la pandemia lo había hecho reflexionar sobre la posibilidad de disfrutar cada momento de la vida a pleno.
Una noche decidió realizar una actividad diferente y resolvió tomar unas cervezas en un bar conocido; se sentó en unas coquetas banquetas en la barra de lugar y simplemente pensaba en lo bien que la estaba pasando, mientras miraba la espuma de la bebida espirituosa pasaban las imágenes de cada camino serrano disfrutado, no reparaba demasiado en los jóvenes que estaban ruidosamente reunidos en el bar.
Cuando decidió mirar hacia el resto del recinto sus ojos se posaron sobre una bella jovencita que estaba sola en una mesa de una esquina; su rostro era casi perfecto pero algo le llamaba la atención su vestimenta, un vestido blanco sencillo y largo; parecía que la ropa estaba fuera de época. El detalle de su vestimenta le hizo pensar que podría tratarse de una de las tantas personas que no siguen los lineamientos de la moda y viven en las inmediaciones de San Marcos Sierras.
Tomó coraje y se acercó a ofrecerle compartir un trago a lo que la joven aceptó complaciente; durante la charla hablaron de temas comunes, fundamentalmente la belleza de las sierras, las caminatas por la costa de un arroyo o la importancia de la familia o los amigos; nada hacía suponer que había algo raro en su presencia en el bar.
“Los clientes del bar uno a uno se fueron marchando..” como decía la canción de Sabina y cuando iban quedando solos la jovencita le dijo que debía irse ya que tenía un largo camino a casa caminando, el turista se ofreció a ir a buscar su moto al hotel donde se estaba alojando y llevarla; fue tanta su insistencia que ella aceptó.
Caminaron las cuadras que había entre el bar y el hotel juntos mientras seguían charlando, la joven cruzaba los brazos en señal de que tenía frío por lo que le ofreció traerle una campera que tenía de sobra en su equipaje, la famosa campera de Jean.
La mujer vivía en la zona conocida como Maillín entre las localidades de Cosquín y Tanti, donde habitualmente pasa el Rally Mundial; cuando pasaron la capilla histórica “San José” la mujer le pidió que se detuviera ya que no quería que los familiares la vieran llegar acompañada; apoyada por la luz de la luna llena de esa noche le señaló donde se ubicaba su casa.
En la despedida el joven arrimó sus labios para besarla, ella aceptó pero fue un simple beso, corto apenas unos segundos de roce de labios, ahí sí notó algo raro, los labios estaban fríos, muy fríos. Se quedó mirándola como se alejaba bajo la luz de la luna tras pasar la tranquera por arriba sin abrirla.
Cuando regresaba por el camino rumbo a Cosquín no podía olvidar ese beso y la belleza incomparable de esa jovencita; mientras desandaba las curvas recordó que había olvidado pedirle la campera de jean; pero tenía una excusa para volver a verla.
Un par de días después volvió a tomar el camino rumbo a Tanti; quería buscar la campera, pero sobre todo repetir el beso, quizás quería irse a Buenos Aires enamorado de algo más que los paisajes y esa mujer le daba razones.
A llegar a la tranquera donde la había dejado encontró algo raro, aquella noche la tranquera lucía impecable y ahora estaba abandonada como si desde décadas nadie la hubiese abierto, la cadena y el candado que la sujetaban estaban muy oxidados, las malezas denotaban que hacía rato nadie pasaba por allí. Sin entender demasiado saltó por sobre la tranquera y empezó a caminar por los pastizales rumbo al monte donde la jovencita dijo que vivía y allí se llevó otra sorpresa, la casa que estaba en el lugar era un rancho visiblemente abandonado hace años las chapas del techo y las aberturas habían sido extraídas y sólo unas abejas moraban en el lugar.
No entendía nada, “sé que no lo soñé porque estaba allí…” otra vez la frase de Sabina, el joven se quedó mirando de lejos el rancho sin poder encontrar razones, ese beso había sido real no era fruto de su imaginación.
De pronto lo sorprende el galopar de un caballo que raudamente se acercaba al lugar, el turista no hizo nada, se quedó allí parado. El jinete en primer momento se mostró enojado por la presencia de un intruso en su propiedad, pero cuando el joven relató lo sucedido pasó de enojado a asombrado parecía que no mentía pero era muy raro lo que contaba con lujo de detalles.
El hombre le contó que la propiedad era de sus abuelos y antes de sus bisabuelos; comentó que ese rancho estaba abandonado porque desde hace años el campo tiene otra vivienda más cerca de un arroyo que los familiares usan los fines de semana tras el fallecimiento de sus abuelos.
Grande fue la sorpresa cuando pronunció el nombre de la joven mujer, Leonor, el dueño de casa no había conocido a Leonor pero sí oía hablar de ella.
Leonor era hermana de su abuela, falleció hace muchos años de tuberculosis, una enfermedad muy común por aquellas épocas en nuestro país. Era muy joven apenas había empezado a ir a los bailes que se hacían en los ranchos, no pudo disfrutar de su juventud; al igual que en el relato del turista la describían como de una belleza extraordinaria.
El motociclista no podía salir de su asombro; juraba haber estado con ella, juraba haberla besado, pero había muerto hace años.
Para cerrar la historia el lugareño se ofrece a acompañarlo hasta el cementerio ubicado frente a la Capilla histórica “San José” donde está su tumba; también recordó que dese que murió su abuela nadie visita a Leonor, seguramente la sepultura estaba descuidada.
Al llegar a la tumba ambos protagonistas casi mueren del susto, colgada sobre la cruz de la tumba prolijamente dejada estaba nada más y nada menos que la campera de Jean del joven motociclista que llevó a Leonor hasta su rancho dos noches antes.
Quizás los muertos no vuelvan de la tumba, quizás esta historia que se repite a lo largo del país sea sólo fruto del imaginario popular pero usted que está leyendo esta nota … ¿¿¿ Se anima a invitar una cerveza a la joven más bonita y solitaria del bar????
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