ASCOCHINGA: Estancia Jesuítica Santa Catalina

Desde que el Obispo Jesuita Jorge Bergoglio llegó a ser el jefe espiritual de la Iglesia Católica como el Papa Francisco; aumentó el interés turístico por el legado de la obra de los curas Jesuitas

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Desde que el Obispo Jesuita Jorge Bergoglio llegó a ser el jefe espiritual de la Iglesia Católica como el Papa Francisco; aumentó el interés turístico por el legado de la obra de los curas Jesuitas en la República Argentina y en especial en la Provincia de Córdoba; Estancia Santa Catalina, por su estado de conservación es uno de los lugares favoritos de quienes desean estudiar la cultura de la orden.

Transitando por la Ruta 9 que une las principales Ciudades de la Argentina, hacia el norte de la Ciudad de Córdoba se llega a Jesús María, la Capital Nacional de la doma; desde esta Ciudad se toma el camino que lleva a Ascochinga; a unos 7 kilómetros hay un desvío a la derecha  bien señalizado que indica el ingreso a Santa Catalina. Otra opción es tomar el camino de tierra que sale desde el ACA de Ascochinga, desde allí son unos 13 kilómetros por camino de tierra.

 

La Compañía de Jesús se establece en nuestras tierras americanas a partir de 1585 a través de la "Provincia Jesuítica del Paraguay", desde esa organización llegó a tener gran prestigio por el legado cultural y educativo entre blancos y nativos. En Córdoba la Compañía de Jesús se instala en 1608 con el Noviciado, lugar que en Córdoba Capital fuera residencia del Papa Francisco, en ese lugar se empiezan a formar los primeros sacerdotes; años después funda el Colegio  en la Ciudad de Córdoba, ese fue el punto de partida de la actual Universidad Nacional de Córdoba.

El intercambio entre los Jesuitas y los criollos se da de inmediato; los españoles y criollos le confiaban a los Sacerdotes la educación de sus hijos y establecían un intercambio comercial ya que los Jesuitas poseían estancias de producción agrícola y ganadera, molinos, ingenios e infinidad de actividades.

En el siglo XVII los Jesuitas tenían la posesión de varias estancias entre las que se destacaron Jesús María, Santa Catalina y Alta Gracia; en cada una de ellas se iniciaron diferentes actividades y se construyó la infraestructura necesaria para las actividades cascos, dependencias, talleres, depósitos, viviendas para indios y esclavos y realizar obras de infraestructura tales como tajamares, acequias y canales.

La organización administrativa de cada estancia era impecable y al modelo agrícola le fueron sumando un modelo industrial.

Alrededor del casco de la Estancia Santa Catalina se fueron instalando una serie de rancherías donde habitaban los aborígenes y los esclavos.

La estancia había sido entregada en merced a quienes acompañaron al fundador de Córdoba Jerónimo Luis de Cabrera en la colonización; su primer propietario fue un soldado Miguel Ardiles en 1584; posteriormente  Miguel Ardiles  del Mozo recibe la estancia en herencia y la vende a Luis Frassón quién en 1622 finalmente vende la estancia a la Compañía  de Jesús y se inician las obras que aún hoy se conservan en el lugar.

Diferentes arquitecto habrían diseñado las obras en la estancia; si bien no hay fechas exactas los historiadores hablan de más de cien años de obras, cuya fecha de inicio habría rondado el año 1726.

La estancia estaba en su apogeo cuando se expulsan a los Jesuitas en 1767; se crea una junta de temporalidades que se encargaba de la administración provisoria de la estancia que se vende en 1774 a don Francisco Antonio Díaz; el propio Diáz muy creyente cristiano se compromete a mantener la iglesia y su estado de conservación, aún hoy su familia cumple el legado de conservación de la Estancia.

En 1841 el sitio fue declarado Museo Histórico, más de 60 habitaciones son ocupadas por los descendiente de la familia Díaz; Lili es la encargada de guiar a los visitantes por el altar, los retablos y la sacristía.

En las inmediaciones existe una pulpería, una venta de artesanías y se preparan espectaculares asados.

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