GENERAL CABRERA: Malvinas.... La Historia de amor más linda.

Los seres humanos, en el día de nuestro matrimonio, juramos amor a nuestras parejas “Hasta que la muerte nos separe”; pero el amor va más allá

Centro- Este Redacción Enamorate de CórdobaRedacción Enamorate de Córdoba
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El primer teniente de la Fuerza Aérea Luis Darío Castagnari murió en un feroz bombardeo británico sobre Puerto Argentino, mientras intentaba proteger a sus hombres; había nacido en la Ciudad de General Cabrera (Región del maní- Provincia de Córdoba); una de las historias de amor más lindas está vinculado a este ex combatiente de Malvinas, el amor incondicional de María Cristina Scavarda, su esposa.

Los seres humanos, en el día de nuestro matrimonio,  juramos amor a nuestras parejas “Hasta que la muerte nos separe”; pero el amor va más allá del día en que la muerte nos separa el amor puede durar hasta siempre y Cristina así lo demostró siendo una activa defensora de la causa de Malvinas tras la muerte de Luis en combate al servicio de la Patria.

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La mayor prueba de amor de Cristina fue después que los restos de su esposo fueron enviados a la Ciudad de Río Cuarto desde las Islas Malvinas; allí Cristina tomó la decisión de reafirmar sus votos matrimoniales; acto que los fieles católicos suelen realizar con la presencia de ambos esposos en vida.

El héroe de Malvinas nació el 19 de marzo de 1949 en General Cabrera. Castagnari se casó con María Cristina Scavarda en 1973 y tuvieron cinco hijos: Gustavo, Martín, Guillermo, Walter y Roxana.

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En su vestido de novia, el largo tul enmarcado por una corona de flores, el rosario apretado entre sus manos, caminó sonriente hacia el altar donde la esperaba el hombre de su vida. Firme y emocionado en su uniforme militar de gala, debajo de las seis arcadas que coronan el atrio de la parroquia Sagrados Corazones de Jesús y María, en Río Cuarto, el alférez Luis Darío José Castagnari tomó la mano de María Cristina Scavarda para prometer ante la cruz  que se amarían para siempre.

El  1 de abril de 1982, a las cinco de la mañana, en la puerta de su casa en la base militar de El Palomar, el  primer teniente de la Fuerza Aérea (capitán post mortem) Luis Darío José Castagnari entró despacio al cuarto donde dormían sus cuatro pequeños hijos, los arropó y los besó en la frente. Luego regresó a la cocina, donde había estado tomando mate con su mujer, para despedirse con otro beso como todos los días. Pero esa mañana ella quiso acompañarlo hasta la puerta; fue allí donde Luis le pidió que si no regresaba de Malvinas fuese sepultado junto a Gustavo el hijo de ambos que tristemente había fallecido.

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María Cristina no preguntó nada, no comentó nada, no lloró. Supo en ese instante que su marido iba a una misión muy especial. Solo le dijo: "Te lo prometo". Su primer hijo "Pirinchito" había fallecido el 7 de enero de 1978 cuando sólo tenía tres años ; un cáncer se los quitó en pocos meses, aunque ellos lucharon hasta quedar sin fuerzas.

Cuando el niño enfermó Luis Castagnari, que en ese entonces estaba destinado en Merlo donde hacía un curso de radarista, pidió el traslado al Área Material de Río Cuarto, en Las Higueras, pocos km de la ciudad donde residía su familia. Necesitaban todo el apoyo para que ella pudiera cuidar de Gustavito en esa lucha desigual.

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Tras el fallecimiento el padre Costa bendijo el pequeño ataúd blanco y celebró la misa de cuerpo presente en el Casino de Oficiales. A la mañana siguiente, de luto, lo llevaron al cementerio local. Luis prometió frente a la tumba visitarlo cada fin de semana, no dejarlo solito allí entre cruces de mármol y bóvedas familiares. Cumplió hasta el último día cuando se fue a la guerra.

"Si pudiera elegir cómo terminar mi vida, le pediría a Dios morir defendiendo la Patria", había dicho Castagnari  que llegó a las islas en el primer Hércules C-130 que tocó suelo en Puerto Argentino, luego del desembarco del 2 de abril.

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Como integrante del GOE, comando de la Fuerza Aérea, le tocó asentarse en el aeropuerto de Puerto Argentino. Un lugar que se convirtió en blanco de la flota y de la aviación británica y en un infierno de estruendos y bombas por las noches.

Luis Castaganri, el cordobés, el "Furia" para sus compañeros, se encargaba de custodiar el radar, evaluar las condiciones de seguridad del área ocupada por las fuerzas argentinas y ayudar al funcionamiento de la Base Aérea Militar Malvinas (BAM). Pero sobre todo se preocupaba por mantener a salvo a sus compañeros, protegerlos, señalarles los lugares más seguros cuando comenzaban los bombardeos.

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Los comandos habían construido los puestos de guardia y los refugios. Cavaron trincheras, prepararon un sistema de rampas con explosivos por si los ingleses intentaban un desembarco, e instruyeron a los soldados. Fueron ellos quienes se ocuparon de mantener alto el espíritu de los jóvenes para cuando llegara el momento del combate.

La muerte lo encontró como oficial de guardia, corriendo con una radio en sus manos mientras daba órdenes y buscaba proteger a sus hombres. En medio de un feroz bombardeo inglés se acercó a los integrantes del Escuadrón Pucará para indicarles dónde estaban los refugios. Los oficiales lograron protegerse. Castagnari no llegó. Eran las once y veinte de la noche del 29 de mayo cuando las esquirlas de un misilperforaron el cuerpo del primer teniente.  A la tarde del 30 de mayo su cuerpo fue enterrado en el cementerio civil de la Isla Soledad.

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Luis escribió cuatro cartas desde las islas donde decía que las islas eran hermosas y que era el lugar que uno podría elegir para vivir en familia;  dentro de cada sobre también incluía cartas y dibujos para sus  hijos Martín, Guillermo, Walter y Roxana.

Su esposa entre 2014 y 2015 inició los trámites para trasladar el cuerpo de su marido desde Darwin a Río Cuarto. El jueves 5 de diciembre de 2018, en el Área Material del Aeropuerto de Río Cuarto, aterrizó el vuelo privado que trajo desde las Malvinas el cuerpo del héroe a casa.

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Cuarenta y cinco años después, el mismo día y casi a la misma hora, con una blusa de encaje rosa, el rosario de la Virgen de San Nicolás apretado entre sus manos, María Cristina volvió a caminar hacia ese altar donde había sido tan feliz. Sin decirle a sus hijos, María Cristina había decidido renovar los votos de su matrimonio. En secreto, había mandado las alianzas a un joyero para que las engarzara juntas, y grabara en el dorso esta nueva fecha en que volvería a sentirse cerca del amor de su vida.

"María Cristina y Luis hoy se vuelven a unir desde el amor", anunció el párroco. Y entregó los anillos a Martín, quien delicadamente y con lágrimas en los ojos los deslizó en el anular de su madre.

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