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SAN PEDRO VIEJO: Una de las Capillas más antiguas de la Provincia
En el testamento de doña Jacoba Martel de los Ríos, firmado el 26 de julio de 1699 en la Estancia San Miguel, por primera vez se menciona la existencia de la Capilla de San Pedro.
Norte Redacción Enamorate de CórdobaLa capilla y posta de San Pedro Viejo posee una de las iglesias más antiguas de Córdoba –construida alrededor de 1650 y 1690–, y se dice que por allí pasaron San Martín, Belgrano y Facundo Quiroga. Si bien se encuentra en un predio privado, se la puede visitar y realizar excursiones campestres en el lugar.
En el testamento de doña Jacoba Martel de los Ríos, firmado el 26 de julio de 1699 en la Estancia San Miguel, por primera vez se menciona la existencia de la Capilla de San Pedro. Doña Jacoba solicitaba ser enterrada en cualquiera de las capillas de la zona: "... ya sea en Nuestra Señora de Sumampa, San Miguel o la de San Pedro o Jesús María ...".
Con este antecedente se puede estimar que la construcción de la Capilla se efectuó entre los años 1689 y 1699.
A la vera del antiguo Camino Real, que conectaba en tiempos de la colonia Buenos Aires con Lima, se encuentra la capilla más antigua en pie de la provincia de Córdoba, del siglo XVII, y la posta de San Pedro Viejo, del año 1767, donde se alojaron José de San Martín, Manuel Belgrano, Manuel “Quebracho” López –quien fue gobernador de Córdoba–, Facundo Quiroga y el controvertido Juan Lavalle, entre otros. Antes de esos acontecimientos, el lugar ya venía cargado de historia. El primer propietario de esas tierras fue el general Pedro Luis de Cabrera (1517-1637), hijo del fundador de Córdoba Jerónimo Luis de Cabrera, que las recibió en merced en 1602. En aquel entonces, todas las tierras eran propiedad del rey de España, quien las repartía a sus expedicionarios para que las adjudicaran a otros.
La estancia privada, donde se encuentran la posta y el templo, es un reducto de paz en el que es posible alojarse, comer rico y cabalgar en caballos de paso peruano en un ambiente de campo.
En el predio, que permite las visitas, hay un estanque de aguas claras de 100 metros de largo por 30 de ancho en el que se refleja la silueta de la capilla San Pedro Viejo (o San Pedrito), sauces frondosos y algunas llamas, el casco de estancia o casa grande (hoy, un hotel) y la vieja posta con su imponente galería donde descansaron San Martín rumbo al norte y Belgrano enfermo.
La capilla es una perlita, y aunque se desconoce la fecha exacta de construcción, se estima que fue levantada por soldados bajo las instrucciones de artistas ambulantes que podrían haber llegado del Alto Perú. Los españoles se formaban en centros de arte como Quito, Lima y Cusco y, luego, fundaban sus propios talleres básicos en otros puntos geográficos desde donde satisfacían los pedidos de los hacendados.
El arquitecto Omar De Marchi, experto en patrimonio cultural y edificaciones religiosas, confirma que la “corriente del norte” era la que alimentaba a todas las capillas serranas.
El libro Las capillas de Córdoba, de Rodolfo Gallardo, Alejandro Moyano Aliaga y David Malik de Tchara, refiere que la capilla no aparece relacionada en ningún documento con la familia Cabrera. La primera referencia es de 1699 en un testamento que sirve de antecedente para estimar la fecha de construcción entre 1689 y 1699. “Es posible que sea la más antigua de Córdoba, de finales del siglo XVII, aunque tiene cosas del XVIII. San Pedrito posee muros muy anchos de piedra, parte es de adobe. Predominan la piedra y el ladrillo con revoque de cal”, explica De Marchi.
La capilla blanquísima de estilo colonial es tan bonita que hay que contemplarla desde todos sus ángulos, como ocurre con la de Candonga en las Sierras Chicas, considerada una reliquia y declarada Monumento Histórico Nacional.
Una buena perspectiva se obtiene al caer la tarde, desde el camino que conduce desde San Pedro Norte hacia el pueblito. La iglesia se ilumina con las luces del poniente y se la divisa solitaria y rústica, acariciada por los palmares con los que los pobladores siguen haciendo sombreros y bellas artesanías. Más cerca, si el cielo está diáfano, la foto con el espejo de agua que refleja la torre maciza se confunde con un cuadro.
La fachada principal de la capilla está orientada hacia el oeste: todas las tardes ve esconderse el sol entre los pastizales. Vale la pena contemplarla desde el mástil donde flamea la bandera argentina o en el ingreso de la posta, imaginando que San Martín vivió la misma escena.
La puerta de algarrobo con tableros tallados es una obra de arte y al ingresar a la única nave se siente presente el pasado. Hay un pequeño atrio, coro, sacristía del lado del evangelio y techo de teja con campanario de tres campanas en una torre piramidal.
“Las maderas son originales, pero la bovedilla que estaba muy dañada y otras cerrajerías no lo son. Rescatamos las tejas que pudimos y volvimos a ponerlas. El piso era de tierra apisonada y después le pusieron lajas del cerro Colorado, pero eran muy esponjosas y retenían la humedad, y se resolvió reemplazarlas por los ladrillos que hay ahora. La puerta es original, el púlpito y las imágenes también”, explican los actuales dueños del predio.
La capilla, que mide unos 15 metros de largo por seis de ancho, fue restaurada en varias oportunidades.
La capilla aún conserva imágenes valiosas traídas probablemente desde Cusco, en el Alto Perú, o desde Toledo, en España. Por ejemplo, la Virgen Dolorosa y un Cristo articulado –de autor anónimo, tal vez cusqueño–, tallado en madera y, quizá, con policromía. También la preciosa y pequeñísima imagen de San Pedro vestido con tiara papal explica por qué sus devotos lo llaman cariñosamente “San Pedrito”. Los dueños de la estancia aseguran que existen indicios de que la imagen de San Pedro es española y pudo haber venido junto con Pedro Luis de Cabrera, por lo que sería anterior a la iglesia.
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